Había una vez en el campo, una ratoncita muy valiente llamada Mona. Ella era conocida por todos en los sembradíos. Tenía dos amigos llamados Pancho y Catita. Pancho era un ratoncito inteligente pero era muy miedoso, este vivía en los sembradíos de maíz. Catita era la hermana menor de Pancho, pero ella tenía una característica muy peculiar: creía ser un gato, lo que solía meter en muchos problemas a Pancho y a Mona.
Una linda mañana llena de la luz del sol, Mona salió de su casa cerca del gran cedro rojo. Se dirigía a los campos de maíz. Era cumpleaños de Pancho y tenía que ir a visitarlo. Antes de llegar a la casa de Pancho se encontró a Catita jugando con una bola de estambre. – ¿Qué haces Catita?- preguntó Mona, - hago lo que todo gato haría, juego con una bola de estambre-. Mona movió la cabeza y se dijo así misma en voz baja – cada vez está mas deschavetada la pobre, cuando sepa lo que comen los gatos, tendremos que cuidarnos las espaldas-.
Mona entró a la casa de Pancho y lo vio muy preocupado tratando de cambiar las cortinas de la ventana. –Feliz cumpleaños Pancho, ¿Qué haces?-, -gracias Mona- respondió el ratoncito -intento quitar estas cortinas, Catita estuvo toda la noche rasgándolas con las uñas, dice que es lo que todo gato haría-. Mona se subió a una silla y quitó la cortina de un tirón. Pancho le pasó una nueva y esta la colgó en la ventana.
Momentos después entró Catita emocionada gritando – hoy es el día, hoy es el día, dijeron que hoy iríamos al rio, a pescar salmones-, -¿Qué, que?- contestaron Pancho y Mona, Catita saltando de gusto decía – lo prometieron, hace un año, hoy es el día, hoy sabré lo que es comer como un gato, pescaré un gran salmón y me lo comeré solita-. Mona recordó que el año pasado, Catita les pidió ir al rio y le dijeron que al siguiente cumpleaños de Pancho lo harían, esto pensando que la pequeña no lo recordaría jamás.
Mona acepto el hecho de que una promesa debe cumplirse, así que le dijo a Catita, que irían a pescar salmones. Pancho dijo: - no podemos ir al rio, es peligroso, además, nunca podremos casar un salmón, son más grandes que nosotros, pero que digo eso, los ratones ni siquiera comen pescado-, a lo que Catita responde – yo no soy un ratón, yo soy un gato, además lo prometiste hermano-. Mona intentó convencer a Pancho de cumplir la promesa, y este aceptó lleno de miedo.
Emprendieron pues, el camino hacia el rio, pero para llegar tenían que pasar por las casas de los trabajadores del campo. Se fueron con mucha cautela por una de las aceras de la calle principal. Al pasar por un mercado, vieron un letrero que decía, “SE VENDE SALMÓN FRESCO”. Pancho sugirió que deberían tomar uno y regresar a casa, a lo que Catita respondió – no señor, los gatos no roban, eso es cosa de ratones-. Mona seguía repitiéndose en voz baja – pobrecita, cada día está más loca-.
Siguieron caminando y de pronto Mona empezó a percibir un olor muy fuerte y dijo: - esperen, huele como… como a gato, si eso es, un gato-. De pronto frente a ellos se encontraba un gran minino rayado con los bigotes más grandes que jamás habían visto. Pancho se quedó petrificado y Mona intentaba hacerlo reaccionar. Catita tan sólo lo miró fijamente a los ojos y empezó a acariciarle los bigotes mientras le decía – que bonitos ojos tienes gatito, me gustaría tener un amigo como tu-. Mona tomó a Catita por la cola y la precipitó hacia ella, evitando un zarpazo del gato. Tomando a Pancho con la otra mano, corrió hasta detrás del puesto de pescado y se escondieron dentro de una bota que estaba tirada. Catita le dijo: - ¿qué hiciste Mona?, sólo quería saludarme, ahora ya no podré ser su amiga. Cuando por fin Pancho pudo hablar dijo – ¿estamos vivos?- a lo que Mona responde – respira Pancho, ya pasó todo-.
Salieron de su escondite con mucha cautela y se dirigieron corriendo hacia la otra acera con el fin de escapar del gato. Al llegar al otro lado de la calle dice Pancho –Mona esto no puede continuar, tenemos que regresar, antes que otro gato venga-, -que tienen de malo los gatos- dijo Catita, -nada-, respondió Mona – tenemos que continuar, prometimos ir al rio y vamos a cumplirlo Pancho- agregó.
Siguieron su camino, pero ahora con mucha cautela. Pancho iba aterrorizado. Catita simplemente imaginaba el sabor que podría tener un salmón –será como el del maíz, o como el del queso- se decía así misma. Mona valiente como siempre encabezaba la peligrosa odisea. De repente Catita se dio cuenta que el gato los venía siguiendo, pero no quiso decir nada pensando que tal vez podría convertirse en su amigo.
Al llegar al rio, Mona dijo a sus compañeros de travesía – henos aquí, ¿ahora qué hacemos?, jamás hemos pescado-.Catita le contesta -déjenmelo a mí, los gatos somos expertos en la pesca-. Pancho molesto contesta – Catalina, ¿cuándo vas a entender que no eres un gato?, eres solamente una ratoncita, como nosotros, una ratoncita testaruda, que piensa que es un gato-. -Claro que no Francisco, soy un gato y te lo voy a demostrar- respondió Catita ofuscada. De repente empezó a correr rio arriba y en unos instantes estaba sobre una gran piedra en la cascada, esperando el salto de algún salmón. De repente salto un pez grande y cuando Catita intentó darle un zarpazo para matarlo, una garra de gato se sobrepone a ella, derribando el cuerpo del pez. Este cae a los pies de Mona y Pancho, los cuales asombrados por lo ocurrido, se vuelven hacia la cascada, dándose cuenta de que Catita había desaparecido. Mona y Pancho se pusieron a buscarla gritando, por toda la orilla del rio, pero no había ni rastro de la pobre ratoncita.
Al otro lado del rio se encontraban, devorando un salmón la pequeña Catita, y el gato, mientras platicaban acerca de ellos. – Yo soy Catita, y soy un gato petit, todos piensan que soy un ratón, pero eso no es así, porque a mí me gusta comer pescado, y ¿tu quien eres? –Me llamo Tomás-, contestó el minino –yo también soy un gato, mis amos me recogieron para que me coma los ratones que llegan al mercado, pero a mí también me gusta comer pescado-. Catita se quedó boquiabierta al escuchar la declaración del felino bigotón y después le cuestionó – ¿Por qué habrías de comerte a los ratones, tan malos son?- - bueno- contestó Tomás –en realidad no, pero se supone que comemos ratones, eso es lo que todo gato haría- Catita abrió la boca aún más de lo que podía y cuando por fin logró cerrarla un poco, inclinó su rostro hacia abajo y escribiendo en el suelo con el dedo, confesó -¿Sabes?, mi hermano es un ratón, por lo menos eso es lo que Mona dice-, -¿Quién es Mona?- preguntó el gato, -Es una ratoncita, muy valiente. Es mi amiga y también de mi hermano, pero la verdad está medio chiflada, se la pasa recogiendo semillas de maíz en los campos, cuando hay siega-. Y así estuvieron platicando por un buen rato.
Mientras tanto Pancho y Mona seguían buscando a la pequeña a lo largo del rio. – ¡Catitaaaa, Catitaaaa!- gritaban a gran voz, pero no había respuesta alguna a su desesperada búsqueda. Preguntaron a cuanto animal encontraban cerca de allí, incluso a un grande y fuerte caimán, pero nadie supo darles razón de ella. Pancho estaba ya demasiado preocupado, incluso se sentía culpable por los sucedido y repetía constantemente –todo esto es mi culpa Mona, no debí hablarle así, Catita es una ratoncita muy sensible y ahora ella está sola y desprotegida, ni siquiera debí permitir que viniéramos aquí, si le pasa algo, jamás me lo perdonaría-.
Siguieron caminando hacia adelante, pero de pronto Mona razonando se dio cuenta que habían avanzado demasiado y que era imposible que la pequeña hubiese llegado tan lejos en tan poco tiempo. Fue entonces que decidieron regresar al lugar donde la vieron por última vez. Empezaron a ir hacia la cascada, pero no cesaban de preguntar quienes se encontraban en el camino.
En la cascada Tomás y Catita, seguían consolidando su nueva amistad. El gato declaró a la pequeña –sabes Catita, algunas veces he intentado tener un amigo ratón, pero siempre que intento acercarme a alguno, sale corriendo como si fuera yo un monstro, que bueno que tú no eres como los demás ratones, ellos me hacen sentir como una bestia-, a lo que la niña contesta segura de si misma -es que yo no soy un ratón, tu deberías saberlo, acaso no conoces a los de tu especie, o tal vez es que soy “petit”. Una vez escuche a hombre decirle a otro, que había adquirido en Francia una “vaca petit” y que era mucho más pequeña que las vacas comunes-. Tomas rascándose la cabeza le contesta – tal vez eres francesa, pero no hablas francés ¿o sí?- -no lo sé- responde Catita –quizá lo olvidé, pero mi hermano Pancho sabe muchos idiomas y dice que “petit” en Francia significa “pequeñito”, como yo-, -tienes razón- aceptó Tomás, convencido – eres un “gato petit”-.
Tomás y Catita decidieron ir a pescar al otro lado del rio, intentaron volver saltando las piedras que se encontraban. Fue entonces que regresaban Pancho y Mona de su infructuosa búsqueda. Al verlos sobre la cascada Mona pensó que el gato perseguía a la pequeña para devorarla, así que pensó en un plan para según ella “salvarla del bigotón”. – ¡Pancho mira, allá, es Catita y el gato va tras ella, sino hacemos algo va a comérsela! – Mona tenemos que salvarla- contestó el ratón amedrentado-. Mona decidió ir con el caimán, al que le había preguntado por Catita mientras la buscaba y este se ofreció a ayudarla. – Está bien- dijo este, –voy a comerme al gato, pero tienes que lograr que caiga por la cascada-.
Mona rápidamente intentó subir a la cascada y trató confundir al minino para que cayera. En ese momento Pancho lleno de valor, se acercó a ellos tomando a Catita y empezó a nadar rio arriba. La pequeña ratoncita gritaba – ¡Tomás ayúdame, no quiero ir con ellos!-. Cuando Tomás se dio cuenta saltó para arrebatar la pequeña, pero se enfrentó con un gran problema, los gatos no saben nadar, así que cayó por la cascada. El caimán rápidamente brincó y de una sola mordida mató al gato y después se lo comió. En ese momento Catita logró zafarse de su hermano y pudo así presenciar sobre una piedra como su amigo se perdía, entre las fauces del reptil. Fue tan doloroso para su alma, que se tiró para según ella, salvar a su amigo del monstro que lo atacaba. Mona intentó detenerla, pero fue inútil. Catita callo y empezó a hundirse en el rio. Mona y Pancho rápidamente bajaron pero era ya demasiado tarde. Catita había muerto.
Pancho lloraba desconsoladamente. Mona sacó el cuerpo de la pequeña ratoncita y se la llevaron de regreso a los campos de maíz. La sepultaron cerca de la que fuese su casa. Y cuentan los campesinos que trabajan en los sembradíos, que aun puede encontrarse junto a las ratoneras una pequeña madera que dice en francés: “A LA MEMORIA DE CATALINA… LA GATITA PETIT”
Una linda mañana llena de la luz del sol, Mona salió de su casa cerca del gran cedro rojo. Se dirigía a los campos de maíz. Era cumpleaños de Pancho y tenía que ir a visitarlo. Antes de llegar a la casa de Pancho se encontró a Catita jugando con una bola de estambre. – ¿Qué haces Catita?- preguntó Mona, - hago lo que todo gato haría, juego con una bola de estambre-. Mona movió la cabeza y se dijo así misma en voz baja – cada vez está mas deschavetada la pobre, cuando sepa lo que comen los gatos, tendremos que cuidarnos las espaldas-.
Mona entró a la casa de Pancho y lo vio muy preocupado tratando de cambiar las cortinas de la ventana. –Feliz cumpleaños Pancho, ¿Qué haces?-, -gracias Mona- respondió el ratoncito -intento quitar estas cortinas, Catita estuvo toda la noche rasgándolas con las uñas, dice que es lo que todo gato haría-. Mona se subió a una silla y quitó la cortina de un tirón. Pancho le pasó una nueva y esta la colgó en la ventana.
Momentos después entró Catita emocionada gritando – hoy es el día, hoy es el día, dijeron que hoy iríamos al rio, a pescar salmones-, -¿Qué, que?- contestaron Pancho y Mona, Catita saltando de gusto decía – lo prometieron, hace un año, hoy es el día, hoy sabré lo que es comer como un gato, pescaré un gran salmón y me lo comeré solita-. Mona recordó que el año pasado, Catita les pidió ir al rio y le dijeron que al siguiente cumpleaños de Pancho lo harían, esto pensando que la pequeña no lo recordaría jamás.
Mona acepto el hecho de que una promesa debe cumplirse, así que le dijo a Catita, que irían a pescar salmones. Pancho dijo: - no podemos ir al rio, es peligroso, además, nunca podremos casar un salmón, son más grandes que nosotros, pero que digo eso, los ratones ni siquiera comen pescado-, a lo que Catita responde – yo no soy un ratón, yo soy un gato, además lo prometiste hermano-. Mona intentó convencer a Pancho de cumplir la promesa, y este aceptó lleno de miedo.
Emprendieron pues, el camino hacia el rio, pero para llegar tenían que pasar por las casas de los trabajadores del campo. Se fueron con mucha cautela por una de las aceras de la calle principal. Al pasar por un mercado, vieron un letrero que decía, “SE VENDE SALMÓN FRESCO”. Pancho sugirió que deberían tomar uno y regresar a casa, a lo que Catita respondió – no señor, los gatos no roban, eso es cosa de ratones-. Mona seguía repitiéndose en voz baja – pobrecita, cada día está más loca-.
Siguieron caminando y de pronto Mona empezó a percibir un olor muy fuerte y dijo: - esperen, huele como… como a gato, si eso es, un gato-. De pronto frente a ellos se encontraba un gran minino rayado con los bigotes más grandes que jamás habían visto. Pancho se quedó petrificado y Mona intentaba hacerlo reaccionar. Catita tan sólo lo miró fijamente a los ojos y empezó a acariciarle los bigotes mientras le decía – que bonitos ojos tienes gatito, me gustaría tener un amigo como tu-. Mona tomó a Catita por la cola y la precipitó hacia ella, evitando un zarpazo del gato. Tomando a Pancho con la otra mano, corrió hasta detrás del puesto de pescado y se escondieron dentro de una bota que estaba tirada. Catita le dijo: - ¿qué hiciste Mona?, sólo quería saludarme, ahora ya no podré ser su amiga. Cuando por fin Pancho pudo hablar dijo – ¿estamos vivos?- a lo que Mona responde – respira Pancho, ya pasó todo-.
Salieron de su escondite con mucha cautela y se dirigieron corriendo hacia la otra acera con el fin de escapar del gato. Al llegar al otro lado de la calle dice Pancho –Mona esto no puede continuar, tenemos que regresar, antes que otro gato venga-, -que tienen de malo los gatos- dijo Catita, -nada-, respondió Mona – tenemos que continuar, prometimos ir al rio y vamos a cumplirlo Pancho- agregó.
Siguieron su camino, pero ahora con mucha cautela. Pancho iba aterrorizado. Catita simplemente imaginaba el sabor que podría tener un salmón –será como el del maíz, o como el del queso- se decía así misma. Mona valiente como siempre encabezaba la peligrosa odisea. De repente Catita se dio cuenta que el gato los venía siguiendo, pero no quiso decir nada pensando que tal vez podría convertirse en su amigo.
Al llegar al rio, Mona dijo a sus compañeros de travesía – henos aquí, ¿ahora qué hacemos?, jamás hemos pescado-.Catita le contesta -déjenmelo a mí, los gatos somos expertos en la pesca-. Pancho molesto contesta – Catalina, ¿cuándo vas a entender que no eres un gato?, eres solamente una ratoncita, como nosotros, una ratoncita testaruda, que piensa que es un gato-. -Claro que no Francisco, soy un gato y te lo voy a demostrar- respondió Catita ofuscada. De repente empezó a correr rio arriba y en unos instantes estaba sobre una gran piedra en la cascada, esperando el salto de algún salmón. De repente salto un pez grande y cuando Catita intentó darle un zarpazo para matarlo, una garra de gato se sobrepone a ella, derribando el cuerpo del pez. Este cae a los pies de Mona y Pancho, los cuales asombrados por lo ocurrido, se vuelven hacia la cascada, dándose cuenta de que Catita había desaparecido. Mona y Pancho se pusieron a buscarla gritando, por toda la orilla del rio, pero no había ni rastro de la pobre ratoncita.
Al otro lado del rio se encontraban, devorando un salmón la pequeña Catita, y el gato, mientras platicaban acerca de ellos. – Yo soy Catita, y soy un gato petit, todos piensan que soy un ratón, pero eso no es así, porque a mí me gusta comer pescado, y ¿tu quien eres? –Me llamo Tomás-, contestó el minino –yo también soy un gato, mis amos me recogieron para que me coma los ratones que llegan al mercado, pero a mí también me gusta comer pescado-. Catita se quedó boquiabierta al escuchar la declaración del felino bigotón y después le cuestionó – ¿Por qué habrías de comerte a los ratones, tan malos son?- - bueno- contestó Tomás –en realidad no, pero se supone que comemos ratones, eso es lo que todo gato haría- Catita abrió la boca aún más de lo que podía y cuando por fin logró cerrarla un poco, inclinó su rostro hacia abajo y escribiendo en el suelo con el dedo, confesó -¿Sabes?, mi hermano es un ratón, por lo menos eso es lo que Mona dice-, -¿Quién es Mona?- preguntó el gato, -Es una ratoncita, muy valiente. Es mi amiga y también de mi hermano, pero la verdad está medio chiflada, se la pasa recogiendo semillas de maíz en los campos, cuando hay siega-. Y así estuvieron platicando por un buen rato.
Mientras tanto Pancho y Mona seguían buscando a la pequeña a lo largo del rio. – ¡Catitaaaa, Catitaaaa!- gritaban a gran voz, pero no había respuesta alguna a su desesperada búsqueda. Preguntaron a cuanto animal encontraban cerca de allí, incluso a un grande y fuerte caimán, pero nadie supo darles razón de ella. Pancho estaba ya demasiado preocupado, incluso se sentía culpable por los sucedido y repetía constantemente –todo esto es mi culpa Mona, no debí hablarle así, Catita es una ratoncita muy sensible y ahora ella está sola y desprotegida, ni siquiera debí permitir que viniéramos aquí, si le pasa algo, jamás me lo perdonaría-.
Siguieron caminando hacia adelante, pero de pronto Mona razonando se dio cuenta que habían avanzado demasiado y que era imposible que la pequeña hubiese llegado tan lejos en tan poco tiempo. Fue entonces que decidieron regresar al lugar donde la vieron por última vez. Empezaron a ir hacia la cascada, pero no cesaban de preguntar quienes se encontraban en el camino.
En la cascada Tomás y Catita, seguían consolidando su nueva amistad. El gato declaró a la pequeña –sabes Catita, algunas veces he intentado tener un amigo ratón, pero siempre que intento acercarme a alguno, sale corriendo como si fuera yo un monstro, que bueno que tú no eres como los demás ratones, ellos me hacen sentir como una bestia-, a lo que la niña contesta segura de si misma -es que yo no soy un ratón, tu deberías saberlo, acaso no conoces a los de tu especie, o tal vez es que soy “petit”. Una vez escuche a hombre decirle a otro, que había adquirido en Francia una “vaca petit” y que era mucho más pequeña que las vacas comunes-. Tomas rascándose la cabeza le contesta – tal vez eres francesa, pero no hablas francés ¿o sí?- -no lo sé- responde Catita –quizá lo olvidé, pero mi hermano Pancho sabe muchos idiomas y dice que “petit” en Francia significa “pequeñito”, como yo-, -tienes razón- aceptó Tomás, convencido – eres un “gato petit”-.
Tomás y Catita decidieron ir a pescar al otro lado del rio, intentaron volver saltando las piedras que se encontraban. Fue entonces que regresaban Pancho y Mona de su infructuosa búsqueda. Al verlos sobre la cascada Mona pensó que el gato perseguía a la pequeña para devorarla, así que pensó en un plan para según ella “salvarla del bigotón”. – ¡Pancho mira, allá, es Catita y el gato va tras ella, sino hacemos algo va a comérsela! – Mona tenemos que salvarla- contestó el ratón amedrentado-. Mona decidió ir con el caimán, al que le había preguntado por Catita mientras la buscaba y este se ofreció a ayudarla. – Está bien- dijo este, –voy a comerme al gato, pero tienes que lograr que caiga por la cascada-.
Mona rápidamente intentó subir a la cascada y trató confundir al minino para que cayera. En ese momento Pancho lleno de valor, se acercó a ellos tomando a Catita y empezó a nadar rio arriba. La pequeña ratoncita gritaba – ¡Tomás ayúdame, no quiero ir con ellos!-. Cuando Tomás se dio cuenta saltó para arrebatar la pequeña, pero se enfrentó con un gran problema, los gatos no saben nadar, así que cayó por la cascada. El caimán rápidamente brincó y de una sola mordida mató al gato y después se lo comió. En ese momento Catita logró zafarse de su hermano y pudo así presenciar sobre una piedra como su amigo se perdía, entre las fauces del reptil. Fue tan doloroso para su alma, que se tiró para según ella, salvar a su amigo del monstro que lo atacaba. Mona intentó detenerla, pero fue inútil. Catita callo y empezó a hundirse en el rio. Mona y Pancho rápidamente bajaron pero era ya demasiado tarde. Catita había muerto.
Pancho lloraba desconsoladamente. Mona sacó el cuerpo de la pequeña ratoncita y se la llevaron de regreso a los campos de maíz. La sepultaron cerca de la que fuese su casa. Y cuentan los campesinos que trabajan en los sembradíos, que aun puede encontrarse junto a las ratoneras una pequeña madera que dice en francés: “A LA MEMORIA DE CATALINA… LA GATITA PETIT”
FIN
Con este cuento gané una mención honorifica en el concurso de los Juegos Florales 2009 de la Universidad de Occidente Unidad Guasave